Un vaso de leche El calor de las llamas se expandió por toda mi piel al lanzar un pedazo de madera a la candela. No era molestoso, de hecho, me gustaba ser el encargado de que no se apagara por completo el fuego. Estábamos a unos cinco metros de distancia de las llamas, así que cuando volví a unirme al círculo que habíamos formado, pude ver mucho mejor las caras de todos. Mi hermana, su novio, mi abuela, mi mamá y su bebé, una tía, mi hermano menor, dos amigas vecinas y a mi lado, nuestro perrito, Hitler. Estábamos todos sentados formando un círculo perfecto en el patio trasero de la casa. La electricidad se había ido no solo en mi casa, sino también en casi todo el país. Era el momento perfecto para contar historias de terror. Mis favoritas. Desde mi derecha hasta llegar a donde estaba yo oí muchas de las más aterradoras historias que jamás creí escuchar. Supe que ninguno dijo mentiras por sus maneras de hablar y sus miradas perdidas al momento de contar cada historia. Cad