Me resulta patético que existas. El simple hecho de que respires me es torturante, puesto que en cada voluta de humo que emana la basura al ser quemada, estás. Más patético resulta que creas puedes tener a quien quieras a tus pies. Infantil. No, infantil no, la infancia es algo que de seguro no viviste, es por eso que crees puedes jugar con las personas. Y por supuesto, conmigo no lo harás. De hecho, nunca lo has hecho. ¿De verdad crees que clavaste un puñal en mi corazón? ¡Já! ¡Imposible! ¡No tengo! Cuando algún día tenga uno, te invitaré a que vengas a romperlo y a hacerlo añicos cuando gustes, pero como sé que no soy una persona digna de poseer corazón, te quedarás, lastimosamente, con las ganas de herirme. Quiero sentir halago al creer que tu cerebro no pudo deducir qué era cierto y qué no. Aunque bueno, jamás pensé que tuvieses cerebro. De antemano me disculpo: te subestimé al pensar que tenías el cerebro del tamaño de un maní. Y resulta que es del tamaño de una cuc