Me resulta patético que existas.
El simple hecho de que respires me es torturante, puesto que
en cada voluta de humo que emana la basura al ser quemada, estás. Más patético
resulta que creas puedes tener a quien quieras a tus pies. Infantil. No,
infantil no, la infancia es algo que de seguro no viviste, es por eso que crees
puedes jugar con las personas. Y por supuesto, conmigo no lo harás. De hecho,
nunca lo has hecho. ¿De verdad crees que clavaste un puñal en mi corazón? ¡Já!
¡Imposible! ¡No tengo! Cuando algún día tenga uno, te invitaré a que vengas a
romperlo y a hacerlo añicos cuando gustes, pero como sé que no soy una persona
digna de poseer corazón, te quedarás, lastimosamente, con las ganas de herirme.
Quiero sentir halago al creer que tu cerebro no pudo deducir
qué era cierto y qué no. Aunque bueno, jamás pensé que tuvieses cerebro. De
antemano me disculpo: te subestimé al pensar que tenías el cerebro del tamaño
de un maní. Y resulta que es del tamaño de una cucaracha. (Por favor,
cucaracha, si estás leyendo esto, no te ofendas).
Las malas acciones siempre son premeditadas. Las peores,
mucho más.
Déjame decirte que cuando posees un manual de acciones que
hieren, ningún factor externo puede hacer temblar tu estabilidad. Y tú
estabilidad sí tembló.
Aunque cualquiera pudiera morder más de una vez la manzana,
no dejo de seguir sintiendo lastima por aquellos que caen, que muerden, que se
envenenan. ¡Por supuesto! ¿A quién no le resulta atractivo lo que no debería
suceder? Lo comprendo, hay ciertos venenos que dan vida.
Realmente no me sorprendo de mí en lo absoluto. De hecho, sé
que pude haberle dado unos toques más frescos a la máscara de porcelana que
construí. Tú, por el contrario, tenías una de arcilla. Tu textura curtida y
carrasposa se denota a kilómetros de distancia.
Sé que sientes dicha al leer esto. De hecho, considero que
eres una persona con mucha suerte: he gastado 1 minuto de mi vida escribiendo
sobre ti.
Por favor te pido que te restes importancia. Bueno, en el
fondo sabes que ya nadie te la da. Y quiero que sepas que no te escribo a
manera de venganza ni mucho menos, ¿cómo podría vengarme de alguien que no es
digno de respirar? ¡No podría! Solo escribo para molestar, porque disfruto
haciéndolo, y porque me gustaría recordarte el peor de tus temores: nada de lo
que hiciste me afecta en lo absoluto.
Con amor, Alfre.
Agosto 24, 2017.
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