Quiero creer. Quiero creer realmente que existe gente allí afuera que no tiene ansias de romperte el corazón en mil añicos. Quiero creer que la gente no engaña adrede. Quiero creer que las personas no deciden hacer daño porque sí. Quiero creer en las miradas; esas que te confirman que te aman, esas que al encontrarse demuestran el amor del uno por el otro. Quiero creer en las caricias; esas que suceden de pronto sin que lo notes, esas que tocan tu brazo y te dejen mirando exactamente esa parte de tu brazo. O probablemente tu mano o te dejan tocándote la mejilla. Quiero creer también en eso que se siente cuando por primera vez tocas su rostro en medio de la oscuridad, descubriendo cada pedacito de su piel. Quiero creer que te sentiste vivo cuando el primer día donde nació su amor simplemente posabas sobre su hombro en aquel sillón. Quiero creer en ese primer encuentro donde lo saludaste sin saber por qué razón, sin conocerlo siquiera. Quiero creer en las acciones; esas que te confirman que tu amado te corresponde, que te ama, esas acciones que suceden sin que esa persona note que tú lo notas. En esas acciones quiero creer. Quiero creer en esas sonrisas al descuido que se cruzan unas con otras. También quiero creer en esas carcajadas producidas por un chiste mío, esas carcajadas que cuando se apaciguaban terminaban en un “te amo”. ¿Y cómo no creer en semejante “te amo”, en semejante salvajada? Porque quiero creerlo realmente. Quiero creer que en esos besos tan apasionados solo los involucrados comprenden las ganas que tienen de no dejar de besarse. Quiero creer que pude conocer cada centímetro de sus labios y viceversa. Quiero creer en esa unión de dos cuerpos que siempre vuelven el uno al otro, esa unión que no necesita un millón de orgasmos sino uno que produzca la sensación de un millón. Quiero creer en la manera en la que pueden cambiar la voz, la mirada, las caricias, los besos y los “te amo” a la hora de la unión de dichos cuerpos. Esa manera en que pueden cambiar para tornarse más fuertes, más reales, más provenientes del alma o el corazón. Quiero creer hasta en las lágrimas. Sí; quiero creer en esas lágrimas que no ocultan algo, que no buscan su propio interés, en esas lágrimas que no mienten, que al verlas exteriorizadas puedes darte cuenta que son reales, porque no vienen con un drama acumulado, no, sino con una calma que puede abrumar, vienen con arrepentimiento verdadero, del alma. Eso: el alma. Quiero creer que es el alma la que expresa su arrepentimiento mediante lágrimas puras. Mediante esas lágrimas que brotan justo en el momento en que estando ambos sentados uno frente al otro, el dudoso pregunta: ¿te arrepientes? Siendo ese el momento en que dichas lágrimas (en las cuales quiero creer) aparecen. Quiero seguir creyendo en la gente. Quiero realmente creer que alguien no puede mentir tan bien, que alguien no puede usarte emocionalmente de esa manera, tan sucia, tan falsa, tan teatral. Quiero creer que el arrepentimiento del error puede existir, pero que la realización de tales hechos amorosos no fue falsa o planificada vilmente. Quiero creer en que si uno de los dos está buscándose junto al otro viendo las estrellas, el otro lo estará también. Quiero creer en que los recuerdos de los involucrados solo lo entenderán ellos. Que por más que un tercero, o un cuarto, o un quinto busquen respuestas, no podrán entenderlas porque solo ellos sabrán qué pudieron significar o significan en la vida del otro, por más dolor que haya habido, por más tiempo que pasen sin saber uno del otro. Quiero creer que se puede amar siquiera por un segundo. Quiero creer. Quiero creer en eso.
Quiero creer realmente.
Julio 4, 2017
12:46am.
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